domingo, 18 de mayo de 2014

SOPA DE PICADILLY Capítulo 6: La gente está hecha mierda

Cuando encuentras el equilibrio entre beber para pasártelo bien sin desfasar estando de fiesta, puedes permanecer con la suficiente lucidez para poder observar lo que sucede a tu alrededor. Sinceramente nunca he terminado de entender a los que dicen que no recuerdan nada de lo que pasó la noche anterior porque tienen "lagunas". Cuando estás tranquilamente de fiesta, agusto con buena compañía y bebiendo con moderación, no hay ningún problema a la hora de recordar todo lo que ha pasado durante la noche. 

El suceso que os quiero contar no se debe tanto al alcohol sino a las ganas de hacerse notar y de dar la nota. Lo dicho aquí es una reproducción 100% fiel a la realidad, con testigos presenciales a mi lado que pueden corroborar lo que escribo. Situación: Candem, 1 de la madrugada, puerta de la discoteca Wheterspoon, local forrado de moqueta. El visionario que tomó esta decisión debe de estar en algún rincón del planeta pensando "soy la polla". No por nada, sino porque poner el suelo de una discoteca de moqueta es lo mas inútil que yo haya visto en mi vida. Lo ingleses son educados y todo lo que quieras, pero borrachos tiran tanto alcohol como cualquier ser humano. 

Los que estaban en la puerta fumando, charlando y tomando el aire fueron testigos privilegiados de un altercado inevitablemente gracioso. Un tipo de metro y medio (literal) estaba armando un cristo de mil padres con su novia, una chica de 1,20 de piernas. Hablando mal y rápido, un pibón. ¿La razón? Yo que puñetas sé. El caso es que el pequeño hombrecito estaba dejándose los pulmones pegando voces a su chica y a los porteros. En medio del asunto, un amigo de la pareja (quiero pensarlo), un varón inglés de estatura media intentó mediar entre la pareja, llevándose intentos de empujones del irritado novio. La imagen era pintoresca y cómica. Los porteros del local, lejos de poner paz, estaban apoyados en la barandilla presenciando la escena con un aire ciertamente paternal, como si estuviesen viendo a su hijo en plena rabieta. La prueba quedó patente cuando uno de ellos se giró hacia donde nos reuníamos la mayor parte del público y empezó a descojonarse por la escena.  

Sin querer sentar un topicazo, debo destacar que la pareja de marras era de color. Diréis, ¿qué mas da eso? Pues muchas deliberaciones. Mis amigos y yo nos planteamos las hipótesis de rigor: "¿Qué hace una pedazo de chica con un retaco como ese?" "El tio es más feo y no nace" "Tiene que tener una tranca como el brazo, sino no me explico que ha visto la tipa en este sujeto"... 

Lo que fue doblemente triste fue ver al "pobre" hombre tratando de empujar a la chica. Digo doblemente porque es deleznable empujar a una mujer de esa manera, pero más triste aun era ver como la tía no se movía ni un milímetro ante la inexistente fuerza de su pareja, lo que provocó las mayores carcajadas entre los presentes. 

Y así terminó el percance. La atormentada pareja se perdió por las calles entre gritos y amenazas. La gente retomó sus conversaciones y todo siguió con normalidad. Yo me quedé mirando a un grupo de chicos que estaba al lado nuestro y todos tenían la misma expresión en el rostro: Dios da pan al que no tiene dientes. 

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