No queremos ser mejores. Hace tiempo renunciamos a pelear por algo
que realmente mereciese la pena. Nos abandonamos. Bajamos lo brazos y
dijimos "esto nos viene grande. Esto no es para nosotros".
Dejamos de preocuparnos, de ilusionarnos, y nos dejamos llevar por
nuestros miedos. Si fallamos una vez, somos unos fracasados. No lo
volvemos a intentar. Si perdemos, es porque no somos buenos. Nos
resignamos. En nuestro interior crece un sentimiento inamovible que
nos paraliza, nos impide ver más allá y nos va destruyendo. No
queremos continuar y nos conformamos con estar, simplemente estar.
¿Para qué vamos a seguir insistiendo? Damos un golpe, pero recibimos
dos. Vamos avanzando, nos empujan y caemos al suelo. ¿Por qué nos
levantamos? Podemos volver a caernos. Nuestra mente tiene miedo y
nuestro cuerpo lo sabe. Por eso no hacemos nada. Nos hemos rendido.
Pero no queremos ser mejores. El dolor nos hace retroceder. Nos
han intentado convencer de que algunos están destinados a triunfar.
Si no somos de los elegidos, no nos molestamos, estamos perdiendo el
tiempo. Nada va a cambiar porque no estamos predestinados a ello. Son
otros los que avanzarán, nosotros no.
Los fuertes no son los que ganan. Los fuertes son los que se han
mirado al espejo después de haber conocido la derrota, la
humillación, el temor, el fracaso y se han dicho a sí mismos que
pueden volver a pelear cuantas veces hagan falta para seguir
adelante. No existe una cualidad llamada perfección. Es un concepto
difuso que no llegamos a comprender. La tenacidad, la perseverancia,
la capacidad de sacrificio... todo ello nos fortalece, nos hace sentir
capaces de dar un paso más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario